martes, 29 de septiembre de 2015

Oraciones para el jueves

Os dejo un par de oraciones para que las analicéis y caractericéis para el jueves:

Bebimos mucho zumo en el cumpleaños de Juan.
Lo mejor de toda la cena fue el cochinillo al horno.

Oraciones usos del "se"

Las dos oraciones sobre los usos del "se" que teníamos pendientes de corrección.
La primera es: enunciativa afirmativa, personal, predicativa, activa, intransitiva. El "se" sería dativo ético o de interés, pues podríamos retirarlo sin afectar a la oración. Sirve para darle énfasis.
La segunda enunciativa afirmativa, personal, predicativa, pasiva refleja.



sábado, 26 de septiembre de 2015

Ejercicios en web sobre usos del "se"

Os paso una página web con ejercicios interactivos para que practiquéis los  usos del "se". Mejor no sigáis la teoría de la web, pues seguramente os liéis más. Repasad mejor los apuntes de clase. Y cuidado: al que nosotros hemos llamado pronominal ahí lo llaman "seudoreflexivo"; y aparece el "causativo" que no lo hemos visto en clase, que es una función de pronombre especial.
Ahí va el enlace:


http://www.tinglado.net/tic/manuel/se/se.html

Texto para trabajar este fin de semana

 Kant fue uno de los ideólogos de la Ilustración, que es el primer periodo literario que estudiaremos. Como muchos de vosotros cumplís pronto los 18 y otros los habéis cumplido hace poco, se trata de un texto doblemente pertinente. Como actividad en los comentarios quiero que me enunciéis la tesis que defiende el autor y me digáis qué características creéis que tendrá la literatura de la Ilustración en relación con la tesis del texto. Se trata de que reflexionéis vosotros, así que intentad no buscar las características sino deducirlas del texto.
                      
¡Feliz fin de semana!

  
Immanuel Kant (1724-1804) ¿Qué es la Ilustración? 

 La Ilustración consiste en el hecho por el cual el hombre sale de la minoría de edad. Él mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad, cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración. La mayoría de los hombres, a pesar de que la naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de conducción ajena (naturaliter maiorennes), permanecen con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y la cobardía. Por eso les es muy fácil a los otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un pas­tor que reemplaza mi conciencia moral, un médico que juzga acerca de mi dieta, y así suce­sivamente, no necesitaré del propio esfuerzo. Con solo poder pagar, no tengo necesidad de pensar: otro tomará mi puesto en tan fastidiosa tarea. Como la mayoría de los hombres (y entre ellos la totalidad del bello sexo) tienen por muy peligroso el paso a la mayoría de edad, fuera de ser penoso, aquellos tutores ya se han cuidado muy amablemente de tomar sobre sí semejante superintendencia. Después de haber atontado sus reses domesticadas, de modo que estas pacíficas criaturas no osan dar un solo paso fuera de las andaderas en que están metidas, les mostraron el riesgo que las amenaza si intentan marchar solas. Lo cierto es que ese riesgo no es tan grande, pues después de algunas caídas habrían aprendido a caminar; pero los ejemplos de esos accidentes por lo común producen timidez y espanto, y alejan todo ulterior intento de rehacer semejante experiencia.

 Por tanto, a cada hombre individual le es difícil salir de la minoría de edad, casi convertida en naturaleza suya; inclusive, le ha cobrado afición. Por el momento es realmen­te incapaz de servirse del propio entendimiento, porque jamás se le deja hacer dicho ensayo. Los grillos que atan a la persistente minoría de edad están dados por leyes y fórmulas: ins­trumentos mecánicos de un uso racional, o mejor de un abuso de sus dotes naturales. Por no estar habituado a los movimientos libres, quien se desprenda de esos grillos quizá diera un inseguro salto por encima de alguna estrechísima zanja. Por eso, sólo son pocos los que, por esfuerzo del propio espíritu, logran salir de la minoría de edad y andar, sin embargo, con seguro paso.

 Pero, en cambio, es posible que el público se ilustre sí mismo, siempre que se lo deje en libertad; incluso, casi es inevitable. En efecto, siempre se encontrarán algunos hom­bres que piensen por sí mismos, hasta entre los tutores instituidos por la confusa masa. Ellos, después de haber rechazado el yugo de la minoría de edad, ensancharán el espíritu de una estimación racional del propio valor y de la vocación que todo hombre tiene: la de pen­sar por sí mismo. Notemos en particular que con anterioridad los tutores habían puesto al público bajo ese yugo, estando después obligados a someterse al mismo. Tal cosa ocurre cuando algunos, por sí mismos incapaces de toda ilustración, los incitan a la sublevación: tan dañoso es inculcar prejuicios, ya que ellos terminan por vengarse de los que han sido sus autores o propagadores. Luego, el público puede alcanzar ilustración sólo lentamente. Quizá por una revolución sea posible producir la caída del despotismo personal o de alguna opresión interesada y ambiciosa; pero jamás se logrará por este camino la verdadera reforma del modo de pensar, sino que surgirán nuevos prejuicios que, como los antiguos, servirán de andaderas para la mayor parte de la masa, privada de pensamiento.

  Pero una sociedad eclesiástica tal, un sínodo semejante de la Iglesia, es decir, una "classis" de reverendos (como la llaman los holandeses), ¿no podría acaso comprometerse y jurar sobre algún símbolo invariable que llevaría así a una incesante y suprema tutela sobre cada uno de sus miembros y, mediante ellos, sobre el pueblo? De ese modo ¿no lograría eternizarse? Digo que es absolutamente imposible. Semejante contrato, que excluiría para siempre toda ulterior ilustración del género humano es, en sí mismo, sin más nulo e inexis­tente, aunque fuera confirmado por el poder supremo, el congreso y los más solemnes trata­dos de paz. Una época no se puede obligar ni juramentar para poner a la siguiente en la condición de que le sea imposible ampliar sus conocimientos (sobre todo los muy urgentes), purificarlos de errores y, en general, promover la ilustración. Sería un crimen contra la natu­raleza humana, cuya determinación originaria consiste, justamente, en ese progresar. La posteridad está plenamente justificada para rechazar aquellos decretos, aceptados de modo incompetente y criminal. La piedra de toque de todo lo que se puede decidir como ley para un pueblo yace en esta cuestión: ¿,un pueblo podría imponerse a sí mismo semejante ley? Eso podría ocurrir si, por así decirlo, tuviese la esperanza de alcanzar, en corto y determina­do tiempo, una ley mejor, capaz de introducir cierta ordenación. Pero, al mismo tiempo, cada ciudadano, principalmente los sacerdotes, en calidad de doctos, debieran tener libertad de llevar sus observaciones públicamente, es decir, por escrito, acerca de los defectos de la actual institución. Mientras tanto -hasta que la intelección de la cualidad de estos asuntos se hubiese extendido lo suficiente y estuviese confirmada, de tal modo que el acuerdo de sus voces (aunque no la de todos) pudiera elevar ante el trono una propuesta para proteger las comunidades que se habían unido en una dirección modificada de la religión, según los con­ceptos propios de una comprensión más ilustrada, sin impedir que los que quieran permane­cer fieles a la antigua lo hagan así- mientras tanto, pues, perduraría el orden establecido. Pero constituye algo absolutamente prohibido unirse por una constitución religiosa inconmovible, que públicamente no debe ser puesta en duda por nadie, aunque más no fuese durante lo que dura la vida de un hombre, y que aniquila y torna infecundo un período del progreso de la humanidad hacia su perfeccionamiento, tornándose, incluso, nociva para la posteridad. Un hombre, con respecto a su propia persona y por cierto tiempo, puede dilatar la adquisición de una ilustración que está obligado a poseer; pero renunciar a ella, con rela­ción a la propia persona, y con mayor razón aún con referencia a la posteridad, significa vio­lar y pisotear los sagrados derechos de la humanidad. Pero lo que un pueblo no puede decidir por sí mismo, menos lo podrá hacer un monarca en nombre del mismo. En efecto, su autoridad legisladora se debe a que reúne en la suya la voluntad de todo el pueblo. Si el monarca se inquieta para que cualquier verdadero o presunto perfeccionamiento se concilie con el orden civil, podrá permitir que los súbditos hagan por sí mismos lo que consideran necesario para la salvación de sus almas. Se trata de algo que no le concierne; en cambio, le importará mucho evitar que unos a los otros se impidan con violencia trabajar, con toda la capacidad de que son capaces, por la determinación y fomento de dicha salvación. Inclusive se agravaría su majestad si se mezclase en estas cosas, sometiendo a inspección guberna­mental los escritos con que los súbditos tratan de exponer sus pensamientos con pureza, salvo que lo hiciera convencido del propio y supremo dictamen intelectual -con lo cual se prestaría al reproche Caesar non est supra grammaticos- o que rebajara su poder supremo lo suficiente como para amparar dentro del Estado el despotismo clerical de algunos tiranos, ejercido sobre los restantes súbditos.

 Luego, si se nos preguntara ¿vivimos ahora en una época ilustrada? responderíamos que no, pero sí en una época de ilustración. Todavía falta mucho para que la totalidad de los hombres, en su actual condición, sean capaces o estén en posición de servirse bien y con seguridad del propio entendimiento, sin acudir a extraña conducción. Sin embargo, ahora tienen el campo abierto para trabajar libremente por el logro de esa meta, y los obstáculos para una ilustración general, o para la salida de una culpable minoría de edad, son cada vez menores. Ya tenemos claros indicios de ello. Desde este punto de vista, nuestro tiempo es la época de la ilustración o "el siglo de Federico".

 He puesto el punto principal de la Ilustración -es decir, del hecho por el cual el hom­bre sale de una minoría de edad de la que es culpable- en la cuestión religiosa, porque para las artes y las ciencias los que dominan no tienen ningún interés en representar el papel de tutores de sus súbditos. Además, la minoría de edad en cuestiones religiosas es la que ofrece mayor peligro; también es la más deshonrosa. Pero el modo de pensar de un jefe de Estado que favorece esa libertad llega todavía más lejos y comprende que, en lo referente a la legislación, no es peligroso permitir que los súbditos hagan un uso público de la propia razón y expongan públicamente al mundo los pensamientos relativos a una concepción más perfecta de esa legislación, la que puede incluir una franca crítica a la existente. También en esto damos un brillante ejemplo, pues ningún monarca se anticipó al que nosotros honramos.

 Pero sólo alguien que por estar ilustrado no teme las sombras y, al mismo tiempo, dispone de un ejército numeroso y disciplinado, que les garantiza a los ciudadanos una paz interior, solo él podrá decir algo que no es lícito en un Estado libre: ¡razonad tanto como queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced! Se muestra aquí una extraña y no esperada marcha de las cosas humanas; pero si la contemplamos en la amplitud de su trayectoria, todo es en ella paradoja. Un mayor grado de libertad civil parecería ventajoso para la liber­tad del espíritu del pueblo y, sin embargo, le fija límites infranqueables. Un grado menor, en cambio, le procura espacio para la extensión de todos sus poderes. Una vez que la Naturaleza, bajo esta dura cáscara, ha desarrollado la semilla que cuida con extrema ternura, es decir, la inclinación y disposición al libre pensamiento, ese hecho repercute gradualmente sobre el modo de sentir del pueblo (con lo cual éste va siendo poco a poco más capaz de una libertad de obrar) y hasta en los principios de gobierno, que encuentra como provechoso tra­tar al hombre conforme a su dignidad, puesto que es algo más que una máquina.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Primeras oraciones usos del se


La primera es "se" reflexivo. Oración en. Af. simple, personal, predicativa, activa, transitiva.

La segunda el "se" es recíproco y cumple la función de CI. Es: En. af. simple, personal, predicativa, activa, bitransitiva.


Tenéis que hacer las dos que he dictado hoy. Además subiré mañana el artículo para leer y comentar.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Oraciones de esta semana



No hagáis caso de (posible imp) de la segunda. Consideramos que es sujeto omitido 3a personal del plural.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Corrección de las oraciones que os puse el lunes.

Me está dando problemas para subir archivos, os subo una para que vayáis corrigiéndola y cuando pueda subo las otras dos.

Las tres son activas. Tenéis que hacer la que habla de El Quijote para mañana.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Primera actividad en el blog ( fin de semana del 18 de septiembre)


 Tenéis que leer este artículo y poner en los comentarios cuál pensáis que es su tema. Por supuesto tomaré nota de quién participa en estas actividades para la nota de trabajo.

 Recordad que el tema se enuncia mediante un sintagma nominal cuyo núcleo suele ser un sustantivo abstracto. No doy más pistas por el momento. ¡Suerte!

Ese amor caliente, suave y animal

 (Rosa Montero- El país 30/08/2015)

De vacaciones en el extranjero, veo en televisión una serie de canales especializados en programas de reality. Algunos son bastante curiosos y están a medio camino del reportaje y del voyeurismo. La vida interesa. La vida de los otros nos interesa muchísimo, quizá como espejo para entender la nuestra. En el fascinante ensayo sobre la identidad No hay dos iguales, de Judith Rich Harris (Ed. Funambulista), la autora sostiene que, durante la evolución de nuestra especie, nos ha sido de suma utilidad conocer las motivaciones de los individuos, para así poder inferir si podíamos confiar en ellos o no, aparearnos o no, colaborar con ellos o temerlos. Y así, Harris propone convincentemente la teoría de que nuestro cerebro está equipado con un mecanismo especial para recoger información sobre las otras personas, como eficaz estrategia para el triunfo genético. Nuestra curiosidad incansable por el vecino provendría de ahí. El cotilleo como herramienta evolucionista.

  Volviendo a los canales de reality, resulta interesante comprobar que esta temporada todos parecen cultivar el mismo filón: el de la necesidad (y la dificultad) de amar. Un programa se llama The Undateables (los no ligables), y trata de los problemas de relación de gente situada en los extremos sociales por alguna razón física o psíquica: un chico muy feo (verdaderamente feo, deforme), un autista, una discapacitada mental, un muchacho con síndrome de Tourette, que le hace soltar palabras obscenas a gritos sin poder evitarlo… Si los protagonistas de esta serie son obviamente diferentes a la mayoría, en un programa de otra cadena se habla de los que, pareciendo exactamente iguales a los demás, ocultan, sin embargo, un secreto que les avergüenza y les impide establecer relaciones íntimas. Por ejemplo, una muchacha muy atractiva, pero alopécica, totalmente calva y sin pestañas ni cejas; aunque pintada y con peluca resulta espectacular, no se atreve a mostrar su verdadero yo. O una mujer joven que padece hiperhidrosis, es decir, exceso de sudoración. En fin, esas mochilas de piedras con que nos carga la vida.

 Ambos programas son bastante respetuosos y bastante sobrios, más allá de la pequeña incomodidad que produce ver la intimidad de los otros al descubierto. Y también son profundamente conmovedores, sobre todo el primero, porque muestra cómo la fuerza del amor (de la necesidad de amar, para ser más exactos) se abre paso a través de las dificultades con la misma tenacidad con la que un hierbajo acaba rajando un suelo de hormigón. Los discapacitados se emparejan, los distintos se encuentran e inevitablemente se enamoran. Hace años escribí un cuento titulado La gloria de los feos que hablaba de un chico y una chica especiales que eran el hazmerreír del barrio y que, al crecer, un día se topaban por casualidad al doblar una esquina y caían rendidos el uno en brazos de la otra. La pura, intensa, sanadora felicidad de saberse querido. The Undateables es así. Es una serie pródiga en pequeños milagros.


  Que los humanos necesitamos amar y ser amados es una evidencia que nadie discute, pero, con el tiempo, he empezado a pensar que esa necesidad ocupa un lugar mucho más importante en nuestras vidas de lo que se piensa. Casi me atrevería a decir que es en realidad lo que mueve el mundo; y no hablo sólo del amor sentimental, que es esencial, sino también del amor entre pares, de sentirse querido y aceptado por el entorno. Tal vez al final todo se reduzca a eso; tal vez uno ansíe el poder para ser amado (o al menos temido, si no consigues que te quieran); tal vez detrás de las guerras, del terrorismo, de los asesinatos aniden en última instancia patologías relacionadas con esa falta de amor. Más un ingrediente imprescindible de crueldad, por supuesto; es decir, para matar por falta de amor hace falta también ser un malvado.

  Somos animales sociales, en cualquier caso, y necesitamos el afecto de la horda. Estos días he visto otro documental de televisión sobre un tornado de 2011 que destrozó el centro de Joplin, Missouri (Estados Unidos), destruyendo 7.500 casas y causando 161 víctimas. Una veintena de personas se cobijaron en el pequeño almacén refrigerado de cervezas de una gasolinera y alguien rodó un vídeo. Mientras el tornado destruye la gasolinera, arranca el techo de la cámara frigorífica y dobla las paredes, los refugiados, que al final salvaron la vida, pero creyeron llegado su final, lloran, chillan y llaman a Dios. Y se oye la voz de uno que repite a gritos claramente: “¡Os quiero! ¡Os quiero a todos!”. En las puertas de la muerte, ese hombre halló consuelo en el afecto por esos otros 20 desgraciados, seres desconocidos, pero hermanos de especie. Ah, ese amor caliente, borroso, suave y animal que nos da la vida.

Correción de las oraciones del 18 / 09


 Estas son las oraciones que teníamos para hacer en casa. En clase hemos corregido la primera, corregid vosotros la segunda y si tenéis dudas me preguntáis el lunes o mediante comentarios debajo.

Recodad que, como he dicho en clase, "Act" es actualizador y nosotros lo llamamos determinante.

Al caracterizar la oración falta en la corrección decir que son ambas activas.

 


lunes, 14 de septiembre de 2015

Comienzo de curso

Hoy ha comenzado el curso y comienzo el blog. Aquí iré publicando textos para trabajar, materiales, consejos y otra información útil para el curso.